Adversidades en Grandes y Pequeñas Proporciones
- Ivette Barragan
- 15 may 2024
- 4 Min. de lectura

Si hubiera pensado en escribir un artículo en estos días, estuviera haciéndolo desde Singapur, pero al menos lo segundo no ha pasado. El martes pasado justo el día de mi vuelo tuvimos una tormenta espectacular acá en Dubai. En 12 horas tuvimos el equivalente a dos años de lluvia, con vientos huracanados, granizada, rayos y centellas. En 15 años viviendo aquí, jamás había visto algo como esta tormenta. Dubai está en el desierto y las lluvias son escasas. Generalmente una buena lluvia es suficiente para recibir alertas en el celular. Debido a que hay arena por todos lados, la ciudad colapsa y se inunda. Esta lluvia fue de proporciones épicas y yo tenía un vuelo programado junto con mi mamá para pasear por la bella Singapur.
Salimos con mucho tiempo de anticipación. El viaje al aeropuerto que normalmente es de 35 minutos desde mi casa se convirtió en una odisea de dos horas y media. Luego de llegar al aeropuerto y hacer el check-in entramos a las salas de embarque y podíamos ver desde los ventanales a la pista del aeropuerto convertida en un océano. Sabíamos que íbamos a estar ahí por largo tiempo.
El segundo aeropuerto más ocupado del mundo interrumpió sus operaciones por más de una hora. Un aeropuerto en el que aterriza una nave cada 2 minutos. Hagan la cuenta de cuantos pasajeros llegan cada 2 minutos.
Ya sabía desde la sala de embarque, que nuestro avión no había aterrizado debido a las condiciones climáticas y sabía también que en algún momento debían anunciar la cancelación del vuelo. Luego de siete horas en la sala de embarque, cancelaron. Sin maletas, regresé a mi casa embarcada en la aventura de poder llegar sin quedarnos varados por las inundaciones. Los estragos causados por la tormenta eran terribles, miles de autos y edificios inundados, los caminos parecían ríos caudalosos, habían árboles y letreros caídos o destrozados.
Al día siguiente me derivaron a otra aerolínea para poder retomar mi vuelo. Sin embargo, no había vuelo que retomar. Los estragos del día anterior habían colapsado al aeropuerto y a la ciudad por completo. Miles de personas literalmente acampando en el terminal del aeropuerto porque no tenían a donde ir. Varados en el limbo y sin solución inmediata.
Nada que hacer, sólo me regresé. Cancelé mi vuelo y mi reserva de hotel. Singapur podrá esperarnos hasta un par de semanas. Y cuando todo se normalice, iré por mis maletas. Y lo que me cobraron por cancelar el hotel, pues me lo cobraron.
No puedo negarlo, fue estresante para mí y mi mamá. Por supuesto he mantenido la calma y una actitud positiva ante esta situación. ¿Por qué?
Porque en el recuento de los daños, yo no perdí nada. Es egoísta decirlo pero cuando te comparas tu situación con una catástrofe que ha afectado a miles de personas. No irte de vacaciones y perder el valor del hotel es nada.
Muchas personas hasta hoy, 3 días después de la tormenta no tienen acceso a luz y agua. Muchos quedaron atrapados en sus hogares, perdieron sus posesiones y negocios. En mi casa solo filtró un poco de agua por las ventanas que unas cuantas toallas pudieron hacer el trabajo de aminorar la filtración, mi calle no se inundó, mi carro tampoco, tenía comida suficiente en el refrigerador. No me quedé varada en un país distante, sin lugar en donde dormir.
No quiero verlo, ni que leas que soy una suertuda, que me siento superior o que se interprete como Schadenfreude (qué me alegro por la desgracia ajena), pero que sí es válido buscar ese punto de comparación para contar nuestros aciertos a pesar de la tormenta. Está en nuestra naturaleza compararnos. Pero podemos canalizarlo de mejor manera.
Partir de ese punto de comparación para alcanzar sentimientos como el agradecimiento y el aprecio, como la compasión y la solidaridad. Estos sentimientos nos ayudan a ser flexibles, empáticos y resilientes.
Mirar a mi alrededor en el aeropuerto a personas desesperadas que se sentían en el limbo, hizo que yo tome una pausa en mis planes, aprecie mi situación, darme cuenta que tengo muchas ventajas y que era el momento de no buscar se atendida, porque no lo necesitaba, porque habían quienes necesitaban ayuda primero.
Agradecí que mi situación era 100% manejable con mis propios recursos. Acepté con calma y paciencia que nadie en el aeropuerto era culpable o incompetente y que era mejor hacerme a un lado y dejarlos servir a los que mejor podían servir.
Y aunque todo fue una gran molestia porque no logré llegar a mi destino como estaba programado, seguía siendo una situación en la que me sentía segura.
Existen 2 tipos de situaciones en momentos de adversidad, aquellas manejables y aquellas de las que no hay marcha atrás. Si te preguntas lo suficiente, podrás darte cuenta que la mayoría de las situaciones en nuestras vidas son manejables y de carácter temporal.
Incluso aquellas de las que no hay marcha atrás, lo inevitable sucedió, igual hay que tomar una decisión y el tiempo tomará su propósito de recuperar.
Estar en calma ante cualquier adversidad, dar validez a tus emociones y darte espacio antes de actuar son pasos muy importantes para no caer en drama, tomar decisiones de las que podríamos arrepentirnos, lastimar a otros o finalmente no poder decidir. Si en tu punto de comparación ves un hilo de solución, exprésalo en aceptación, aprecio, empatía y solidaridad.
Con amor,
Ivette
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